viernes, 26 de octubre de 2012


1.  Las estrategias cognitivas hacen referencia a la integración del nuevo 
material con el conocimiento previo. La mayor parte de las estrategias incluídas 
dentro de esta categoría; en concreto, las estrategias de selección, organización y 
elaboración de la información, constituyen las condiciones cognitivas del 
aprendizaje significativo (Mayer, 1992). Este autor define el aprendizaje 
significativo como un proceso en el  que el aprendiz se implica en seleccionar 
información relevante, organizar esa información en un todo coherente, e integrar 
dicha información en la estructura de conocimientos ya existente. 
2. Las estrategias metacognitivas hacen referencia a la planificación, control y 
evaluación por parte de los estudiantes de su propia cognición. Son un conjunto 
de estrategias que permiten el conocimiento de los procesos mentales, así como 
el control y regulación de los mismos con el objetivo de lograr determinadas metas 
de aprendizaje (González y Tourón, 1992). El conocimiento metacognitivo requiere 
conciencia y conocimiento de variables  de la persona, de la tarea y de la 
estrategia (Flavell, 1987; Justicia, 1996). En relación con las variables personales 
está la conciencia y conocimiento que  tiene el sujeto de sí mismo y de sus 
capacidades y limitaciones cognitivas; aspecto que se va formando a partir de las 
percepciones y comprensiones que desarrollamos nosotros mismos en tanto 
sujetos que aprenden y piensan (Justicia, 1996).  Por consiguiente, una buena base de conocimientos de las características y 
demandas de la tarea, de las capacidades, intereses y actitudes personales, y de 
las estrategias necesarias para completar  la tarea, son requisitos básicos de la 
consciencia y conocimientos metacognitivo; a lo que debemos de añadir la 
regulación y control que el propio sujeto debe ejercer sobre todo lo anterior. Para 
Kurtz (1990), la metacognición regula de dos formas el uso eficaz de estrategias: 
en primer lugar, para que un individuo  pueda poner en práctica una estrategia, 
antes debe tener conocimiento de estrategias específicas y saber cómo, cuándo y 
porqué debe usarlas. Así, por ejemplo,  debe conocer las técnicas de repaso, 
subrayado, resumen, etc. y saber cuando conviene utilizarlas. En segundo lugar, 
mediante su función autorreguladora, la metacognición hace posible observar la 
eficacia de las estrategias elegidas y cambiarlas según las demandas de la tarea. 
Las estrategias metacognitivas equivalen a lo que Weinstein y Mayer (1986) 
denominan como estrategias de control de  la comprensión. Según Monereo y 
Clariana (1993), estas estrategias están formadas por procedimientos de 
autorregulación que hacen posible el  acceso consciente a las habilidades 
cognitivas empleadas para procesar la información. Para estos autores, un 
estudiante que emplea estrategias de  control es también un estudiante 
metacognitivo, ya que es capaz de regular el propio pensamiento en el proceso de 
aprendizaje. 
3. Las estrategias de manejo de recursos son una serie de estrategias de apoyo 
que incluyen diferentes tipos de recursos que contribuyen a que la resolución de la 
tarea se lleve a buen término (González  y Tourón, 1992). Tienen como finalidad 
sensibilizar al estudiante con lo que va a aprender; y esta sensibilización hacia el 
aprendizaje integra tres ámbitos: la motivación, las actitudes y el afecto (Beltrán, 
1996; Justicia, 1996). La importancia de los componentes afectivo-motivacionales 
en la conducta estratégica es puesta de  manifiesta por la mayor parte de los 
autores que trabajan en este campo. Todos coinciden en manifestar que los 
motivos, intenciones y metas de los estudiantes determinan en gran medida las 
estrategias específicas que utilizan en tareas de aprendizaje particulares. Por eso, 
entienden que la motivación es un componente necesario de la conducta 
estratégica y un requisito previo para utilizar estrategias. 
Todo esto nos indica que los estudiantes suelen disponer de una serie de 
estrategias para mejorar el aprendizaje, aunque la puesta en marcha de éstas 
depende, entre otros factores, de las metas que persigue el alumno, referidas 
tanto al tipo de metas académicas (p. ej., metas de aprendizaje-metas de 
rendimiento) como a los propósitos e intenciones que guían su conducta ante una 
tarea de aprendizaje en particular. 
De este modo, parece que no es suficiente con disponer de las estrategias de 
aprendizaje adecuadas; es necesario también saber cómo, cuándo y porqué 
utilizarlas, controlar su mayor o menor eficacia, así como modificarlas en función 
de las demandas de la tarea. Por tanto, el conocimiento estratégico requiere saber qué estrategias son necesarias para realizar una tarea, saber cómo y cuándo 
utilizarlas; pero, además, es preciso que  los estudiantes tengan una disposición 
favorable y estén motivados, tanto para  ponerlas en marcha como para regular, 
controlar y reflexionar sobre las diferentes decisiones que deben tomar en el 
momento de enfrentarse a la resolución de esa tarea. Symons, Snyder, CarigliaBull y Pressley expresan con bastante nitidez estas ideas al afirmar lo siguiente: 
“Un pensador competente analiza la situación de la tarea para determinar las 
estrategias que serían apropiadas

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